Epifanio Esteban fue nombrado en
1831 por la empresa del Canal de Castilla como director facultativo de la
continuación de las obras en el ramal Sur. Esteban había pertenecido al cuerpo
de ingenieros del ejército hasta que fue impurificado por sus ideas
liberales. Tras la muerte de Fernando VII, la Reina Gobernadora le dio el
nombramiento de ingeniero, aunque Esteban deseó continuar en el ramo de
ingenieros de caminos y canales en vez de entrar en el cuerpo de ingenieros del
ejército al que antes había pertenecido. La reina regente aceptó el deseo de
Esteban y también le confirmó en la dirección de la obra del Canal, posponiendo
su entrada en el cuerpo de ingenieros de Caminos hasta que concluyera aquellas
obras (1).
Poco después de iniciadas las
obras, la empresa del Canal le propuso firmar un contrato particular, que
Esteban aceptó, para realizar ciertas obras. La escritura pública de este
contrato fue otorgada en Madrid en 24 de abril de 1832 ante el escribano
principal del tribunal de comercio D. Feliciano del Corral. En el contrato se
establecía que para la construcción de las siete leguas del ramal del Sur desde
Dueñas a Valladolid se fijaban 23 meses a partir del 1 de mayo. Por este
cometido Esteban recibiría la cantidad de ocho millones setecientos setenta y
cinco mil reales y, en calidad de anticipación, cuatrocientos mil reales. Por
su parte, Esteban debía depositar un millón de reales a favor de la empresa, como
garantía de la buena realización de las obras. La empresa pondría a disposición
de Esteban tres mil quinientos presidiarios, estando este obligado a
alimentarlos, vestirlos, curarlos y responder de ellos, según consta en la escritura
pública (2).
A lo largo del tiempo que permaneció
como director facultativo y como contratista de las obras del ramal Sur, Epifanio
Esteban tuvo enfrentamientos con varios inspectores gubernamentales y también
con directivos de la empresa.
Ya en fecha tan temprana como
el 8 de agosto de 1831 Epifanio Esteban comunica a los directivos de la empresa
del Canal que en las bases para la subasta pública no se han incluido las
recomendaciones de la Real Orden de espaciar las esclusas de Soto Albúrez, de reducir
su caída y de construir los muros rectos. Sin embargo, Esteban recibe una
notificación de la dirección de la empresa en la que se le insta a que todo lo
que haga y proponga al gobierno debe contar con la conformidad del Inspector
facultativo del gobierno, Antonio Prat (3).
Los enfrentamientos entre Prat
y Esteban amenazan con tener que paralizar las obras lo que lleva al ministro
López Ballesteros a la apertura de un expediente y el encargo al director de
correos, caminos y canales, José Agustín de Larramendi, de elaborar un informe
sobre el asunto. Tras el análisis de memorias, planos y observaciones
presentados por ambos personajes y el reconocimiento sobre el terreno
practicado por el propio Larramendi, este eleva un informe que lleva al
ministro a proponer el cese de Antonio Prat como inspector del gobierno, con
fecha de 25 de marzo de 1832 (4).
A
partir de esta fecha las cosas le iban a ir bien a Epifanio Esteban que podrá
disfrutar de la celebración de la echada de las aguas a la parte del canal
nuevamente ejecutado y que incluye el tan ponderado y temido paso de Dueñas, el
día 10 de diciembre de 1832.
La importancia que tuvo este acto para Esteban puede ilustrarse con algunos párrafos del escrito dirigido por el capitán general de Castilla la Vieja al secretario de Estado y de Despacho del Fomento general: «las dificultades que desde el primer día se habían concebido sobre el paso de Dueñas, y la circunspección con que siempre le miraron cuantos ingenieros lo han reconocido, absteniéndose de fijar el modo de vencerlo, había arraigado en la opinión pública la de ser casi imposible, o por lo menos muy largo y costoso superarlas. […] Sin despreciar las grandes dificultades que habían ocupado y detenido a los más célebres profesores que le precedieron en este vastísimo proyecto, (Epifanio Esteban) ha sabido superarlas en el corto espacio de un año, y ha resuelto práctica y lisonjeramente el difícil problema de conciliar la solidez con la hermosura, la economía con el realce y magnífico aspecto…» (5).
Al respecto de la dificultad del llamado paso de Dueñas cabe recordar lo escrito en la Memoria de la comisión de caminos y canales sobre las comunicaciones generales de la Península en 1820: «Dejando para después los trozos que debían abrirse en terreno más quebrado desde Olea hasta dicho punto, se continuó con bastante rapidez a proporción de los caudales que se suministraban, hasta las inmediaciones de Dueñas, donde se encontraron con una dificultad de la primera consideración. Cualquiera que fuese el medio que se adoptase para vencer esta se habían de gastar muchos millones en corto espacio, y en este estado, teniendo iguales o mayores inconvenientes para continuar hacia Reinosa, pareció más fácil entretener el tiempo y caudales en la construcción de varios edificios para molinos harineros y de papel, batanes, martinetes y otros, que aunque muy útiles, luego que estuviese concluido el canal, debían emplearse con preferencia en su continuación, siquiera hasta que alcanzase algún punto importante al comercio» (6). Parece que los autores de este párrafo estaban pensando en Juan de Homar
Es posible que, animado por el
éxito alcanzado con la superación del paso de Dueñas, Epifanio Esteban se
aventuró a salvar otro paso difícil, el de Sopeña, sin atenerse a lo proyectado
en sus propios planos. A principios de
1833 se hallaba trazada la dirección del canal por la ladera de Sopeña y en mayo
se vieron fijadas las estacas e iniciado el acopio de materiales necesarios
para asegurar la caja del canal. La proximidad del río, la mala calidad del
terreno y lo pendiente de la ladera convertían, el proyecto en algo muy expuesto
y aventurado. Por esta razón el marqués de Casa Irujo hizo llegar un oficio a
Esteban en el que le pedía explicaciones por su decisión de variar sin
consentimiento la traza del canal. Como respuesta al oficio de Casa-Irujo,
Esteban renunció a llevar el trazado por la ladera y lo desplazó hacia el
páramo, a unas 20 varas del punto anterior, pero lejos todavía del lugar fijado
en el plano y perfiles presentados al Gobierno. El 2 de octubre de 1833 Gaspar
Remisa dirige otro oficio a Epifanio Esteban en el que se señala lo siguiente: «Ha
llamado particularmente la atención de la Dirección el curso que ha dado Ud. al
Canal por el paso de Mucientes en el sitio de Sopeña haciéndolo pasar por la
ladera de aquel escarpado próximo al río y expuesto a los inconvenientes de tan
aventurado proyecto. Por otra parte, debe Ud. tener presente que esta novedad
es una alteración especial al plano y perfil presentado por Ud. a la Empresa
que sirvió de base para las condiciones estipuladas en su contrata. La
Dirección general de Canales conserva los planos y perfiles originales
presentados por mí y no podía consentir una alteración tan marcada de la que no
se ha dado el menor conocimiento. Por estas razones no puede la Empresa
conformarse a esta variación sin que proceda un reconocimiento facultativo que
lo autorice, reservándose en todo caso las demás reclamaciones a que da lugar
este incidente» (7).
En estos momentos ya parecía
imposible hacer realidad la pretensión de Epifanio Esteban de que en el año 1833
el Canal estaría navegable hasta Valladolid. Por otra parte, negros nubarrones
asomaban por el horizonte: el estallido de la primera guerra carlista y la
epidemia de cólera de 1834, que causó una gran mortandad entre los penados.
Indica Benito Arranz (8) que,
pese a todos los problemas señalados, en 1835 se lograron concluir las obras
del Canal del Sur. «El 11 de marzo de ese año llegaba por primera vez a
Valladolid una barcaza con cargamento de trigo». Sin embargo, los problemas
continuaron y la navegación regular por el canal no fue posible hasta 1837.
Efectivamente, ya en enero de 1835 la empresa del Canal solicita a la dirección
general de Caminos y Canales, Agustín de Larramendi, el nombramiento de
inspectores para que realicen el reconocimiento preceptivo dado que la obras
están a punto de su conclusión (9). Dicho reconocimiento provocó continuos
planteamientos enfrentados entre los informes negativos sobre la traza y
ejecución de las obras elaborados por los distintos ingenieros comisionados por
la dirección general de Caminos y Canales y los contrainformes de Epifanio
Esteban defendiendo su actuación como director facultativo y contratista de las
obras. El resultado fue que cuando ya se había aprobado la nueva contrata de
1841, aún seguía suspendida la recepción de las obras concluidas por la empresa
del Canal «a causa de los defectos de solidez y otras faltas de arte, que en
ellas encontraron los Ingenieros comisionados por el Gobierno» (10).
No solo los ingenieros gubernamentales
manifestaron sus desacuerdos con la actuación de Epifanio Esteban, también el
director local de la empresa del Canal, José de la Cruz Muller, se mostró crítico
con el quehacer de Esteban. Como muestra se señalan dos momentos en que se
aprecia este distanciamiento entre ambos. En agosto de 1836, Esteban solicita
que se pongan a su disposición una o más brigadas del presidio para completar
las obras del ramal. Muller expresa a los propietarios de la misma su deseo de
mantenerse al margen de cualquier decisión por la desconfianza que le inspira
el Sr. Esteban, dado su encausamiento por el maltrato causado a los confinados
en el traslado de la 4.a y 8.a brigadas desde el ramal
del Sur al de Campos (11). El día 25 de diciembre de1836, Muller remite un oficio
a los socios directores en que se indica que una vez que se han dado por
concluidas las obras, echadas las aguas e inaugurada la navegación, cree su deber
manifestar que «nunca se hizo este ramal en un estado que ofrezca confianza y
seguridad. […] En el escrito del ingeniero Echanove con fecha de ayer se puede
leer, con respecto al acueducto del Berrocal, “que la poca base que tiene el
dique y lo abierto de las aletas dan muy poca seguridad al canal, amanecerá un
próximo rompimiento y para evitarlo conceptúo necesario dos muros que sirvan de
contrafuertes y otras obras imprescindibles…” Corroborada mi opinión con este
informe, dejo a la consideración de Uds. el pesar las consecuencias que
acarrearía un rompimiento en el Berrocal si desgraciadamente sucediese después
de anunciar al público el estado navegable del ramal según acaba de hacerse»
(12).
Entretanto, el asunto de la
continuidad de las obras del Canal llega a las Cortes constituyentes de 1836-37
y el 16 de octubre del año 1836 el director general de Caminos y Canales,
Agustín de Larramendi, entregó todos los documentos y una copia de la contrata
que hizo la empresa con D. Epifanio Esteban en Madrid, en los cuales, después
de decir que no se había hecho el primer reconocimiento por causa de la
invasión de Gómez, y el segundo por la muerte del ingeniero Bustamante concluye:
«la insaciable codicia unida a la más crasa ignorancia ha sido el espíritu
dominante que ha presidido todos los trabajos de la empresa, la cual, y la
insufrible osadía que distingue al ingeniero Esteban, son causa de tantos
errores, y por lo que pide a la Junta Consultiva que al tal ingeniero se le
separe enteramente de las obras sin la menor intervención en ellas; y él opina
que a cincuenta leguas de distancia» (13).
Resulta curioso comprobar la
presencia, en 1838, de Epifanio Esteban en la junta consultiva, presidida por
Larramendi, del cuerpo de ingenieros en el que había ingresado Esteban, tras la
terminación de las obras en el ramal Sur. Claro que duró poco esa pertenencia pues,
como informa Fernando Sáenz Ridruejo «Epifanio Esteban, diputado por Toledo en
1839, había sido expulsado del cuerpo dos años antes, debido a las
irregularidades cometidas cuando estaba al frente del Canal Imperial de Aragón»
(14).
Según la base de datos de las
Cortes, la permanencia de Esteban en las de 1839 fue breve: del 21 de
septiembre al 18 de noviembre de ese año. Aparece registrado como propietario e
ingeniero de Caminos.
Si son ajustados los datos que
ofrece el celador del Canal de Castilla, Epifanio Esteban obtuvo un beneficio como
contratista de las obras del Canal de 3 millones y medio de reales (15).
(1) Diario de Cortes de 21 de septiembre de 1839,
pág. 342
(2) Manifiesto que hace el celador del Canal de
Castilla, 1842. Biblioteca Nacional
(3)
Documento del Archivo de la CHD: CCHC0080/12
(4) Documento del
Archivo de la CHD: CCHC0089/22
(5) Gaceta
de Madrid n.º 151 de 11 de diciembre de 1832
(7) Documento del Archivo de la CHD: CCHC0048/01.
(8) BENITO ARRANZ, Juan (2001): El Canal de Castilla (memoria descriptiva). Valladolid. Editorial Maxtor Librería.
(9) Documento del Archivo de la CHD: CCHC0084/33
(10) AREITIO, Toribio de (1860): Noticias sobre la vida y servicios públicos de Don Pedro Miranda, Director general que fue de Caminos, Canales y Puertos, recogidas y ordenadas después de su fallecimiento. Madrid. Imprenta de D. José C. de la Peña, Atocha 149
(11) Documento del Archivo
de la CHD: CCHC0085-19.
(12) Documento del Archivo de la CHD: CCHC0085-19.
(13)
Manifiesto
que hace el celador del Canal de Castilla, 1842. Biblioteca Nacional
(14) Sáenz Ridruejo, Fernando (2007): Ingeniería
de caminos y canales, también de puertos y faros, en Técnica
e ingeniería en España V El Ochocientos
(15) Manifiesto que hace el celador del Canal de
Castilla, 1842. Biblioteca Nacional.
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