sábado, 24 de septiembre de 2022

Epifanio Esteban y el Canal de Castilla

 

Epifanio Esteban fue nombrado en 1831 por la empresa del Canal de Castilla como director facultativo de la continuación de las obras en el ramal Sur. Esteban había pertenecido al cuerpo de ingenieros del ejército hasta que fue impurificado por sus ideas liberales. Tras la muerte de Fernando VII, la Reina Gobernadora le dio el nombramiento de ingeniero, aunque Esteban deseó continuar en el ramo de ingenieros de caminos y canales en vez de entrar en el cuerpo de ingenieros del ejército al que antes había pertenecido. La reina regente aceptó el deseo de Esteban y también le confirmó en la dirección de la obra del Canal, posponiendo su entrada en el cuerpo de ingenieros de Caminos hasta que concluyera aquellas obras (1).



Poco después de iniciadas las obras, la empresa del Canal le propuso firmar un contrato particular, que Esteban aceptó, para realizar ciertas obras. La escritura pública de este contrato fue otorgada en Madrid en 24 de abril de 1832 ante el escribano principal del tribunal de comercio D. Feliciano del Corral. En el contrato se establecía que para la construcción de las siete leguas del ramal del Sur desde Dueñas a Valladolid se fijaban 23 meses a partir del 1 de mayo. Por este cometido Esteban recibiría la cantidad de ocho millones setecientos setenta y cinco mil reales y, en calidad de anticipación, cuatrocientos mil reales. Por su parte, Esteban debía depositar un millón de reales a favor de la empresa, como garantía de la buena realización de las obras. La empresa pondría a disposición de Esteban tres mil quinientos presidiarios, estando este obligado a alimentarlos, vestirlos, curarlos y responder de ellos, según consta en la escritura pública (2).



A lo largo del tiempo que permaneció como director facultativo y como contratista de las obras del ramal Sur, Epifanio Esteban tuvo enfrentamientos con varios inspectores gubernamentales y también con directivos de la empresa.

Ya en fecha tan temprana como el 8 de agosto de 1831 Epifanio Esteban comunica a los directivos de la empresa del Canal que en las bases para la subasta pública no se han incluido las recomendaciones de la Real Orden de espaciar las esclusas de Soto Albúrez, de reducir su caída y de construir los muros rectos. Sin embargo, Esteban recibe una notificación de la dirección de la empresa en la que se le insta a que todo lo que haga y proponga al gobierno debe contar con la conformidad del Inspector facultativo del gobierno, Antonio Prat (3).


Los enfrentamientos entre Prat y Esteban amenazan con tener que paralizar las obras lo que lleva al ministro López Ballesteros a la apertura de un expediente y el encargo al director de correos, caminos y canales, José Agustín de Larramendi, de elaborar un informe sobre el asunto. Tras el análisis de memorias, planos y observaciones presentados por ambos personajes y el reconocimiento sobre el terreno practicado por el propio Larramendi, este eleva un informe que lleva al ministro a proponer el cese de Antonio Prat como inspector del gobierno, con fecha de 25 de marzo de 1832 (4).

A partir de esta fecha las cosas le iban a ir bien a Epifanio Esteban que podrá disfrutar de la celebración de la echada de las aguas a la parte del canal nuevamente ejecutado y que incluye el tan ponderado y temido paso de Dueñas, el día 10 de diciembre de 1832.



La importancia que tuvo este acto para Esteban puede ilustrarse con algunos párrafos del escrito dirigido por el capitán general de Castilla la Vieja al secretario de Estado y de Despacho del Fomento general: «las dificultades que desde el primer día se habían concebido sobre el paso de Dueñas, y la circunspección con que siempre le miraron cuantos ingenieros lo han reconocido, absteniéndose de fijar el modo de vencerlo, había arraigado en la opinión pública la de ser casi imposible, o por lo menos muy largo y costoso superarlas. […] Sin despreciar las grandes dificultades que habían ocupado y detenido a los más célebres profesores que le precedieron en este vastísimo proyecto, (Epifanio Esteban) ha sabido superarlas en el corto espacio de un año, y ha resuelto práctica y lisonjeramente el difícil problema de conciliar la solidez con la hermosura, la economía con el realce y magnífico aspecto…» (5).


Al respecto de la dificultad del llamado paso de Dueñas cabe recordar lo escrito en la Memoria de la comisión de caminos y canales sobre las comunicaciones generales de la Península en 1820: «Dejando para después los trozos que debían abrirse en terreno más quebrado desde Olea hasta dicho punto, se continuó con bastante rapidez a proporción de los caudales que se suministraban, hasta las inmediaciones de Dueñas, donde se encontraron con una dificultad de la primera consideración. Cualquiera que fuese el medio que se adoptase para vencer esta se habían de gastar muchos millones en corto espacio, y en este estado, teniendo iguales o mayores inconvenientes para continuar hacia Reinosa, pareció más fácil entretener el tiempo y caudales en la construcción de varios edificios para molinos harineros y de papel, batanes, martinetes y otros, que aunque muy útiles, luego que estuviese concluido el canal, debían emplearse con preferencia en su continuación, siquiera hasta que alcanzase algún punto importante al comercio» (6). Parece que los autores de este párrafo estaban pensando en Juan de Homar



Es posible que, animado por el éxito alcanzado con la superación del paso de Dueñas, Epifanio Esteban se aventuró a salvar otro paso difícil, el de Sopeña, sin atenerse a lo proyectado en sus propios planos.  A principios de 1833 se hallaba trazada la dirección del canal por la ladera de Sopeña y en mayo se vieron fijadas las estacas e iniciado el acopio de materiales necesarios para asegurar la caja del canal. La proximidad del río, la mala calidad del terreno y lo pendiente de la ladera convertían, el proyecto en algo muy expuesto y aventurado. Por esta razón el marqués de Casa Irujo hizo llegar un oficio a Esteban en el que le pedía explicaciones por su decisión de variar sin consentimiento la traza del canal. Como respuesta al oficio de Casa-Irujo, Esteban renunció a llevar el trazado por la ladera y lo desplazó hacia el páramo, a unas 20 varas del punto anterior, pero lejos todavía del lugar fijado en el plano y perfiles presentados al Gobierno. El 2 de octubre de 1833 Gaspar Remisa dirige otro oficio a Epifanio Esteban en el que se señala lo siguiente: «Ha llamado particularmente la atención de la Dirección el curso que ha dado Ud. al Canal por el paso de Mucientes en el sitio de Sopeña haciéndolo pasar por la ladera de aquel escarpado próximo al río y expuesto a los inconvenientes de tan aventurado proyecto. Por otra parte, debe Ud. tener presente que esta novedad es una alteración especial al plano y perfil presentado por Ud. a la Empresa que sirvió de base para las condiciones estipuladas en su contrata. La Dirección general de Canales conserva los planos y perfiles originales presentados por mí y no podía consentir una alteración tan marcada de la que no se ha dado el menor conocimiento. Por estas razones no puede la Empresa conformarse a esta variación sin que proceda un reconocimiento facultativo que lo autorice, reservándose en todo caso las demás reclamaciones a que da lugar este incidente» (7).


En estos momentos ya parecía imposible hacer realidad la pretensión de Epifanio Esteban de que en el año 1833 el Canal estaría navegable hasta Valladolid. Por otra parte, negros nubarrones asomaban por el horizonte: el estallido de la primera guerra carlista y la epidemia de cólera de 1834, que causó una gran mortandad entre los penados.

Indica Benito Arranz (8) que, pese a todos los problemas señalados, en 1835 se lograron concluir las obras del Canal del Sur. «El 11 de marzo de ese año llegaba por primera vez a Valladolid una barcaza con cargamento de trigo». Sin embargo, los problemas continuaron y la navegación regular por el canal no fue posible hasta 1837. Efectivamente, ya en enero de 1835 la empresa del Canal solicita a la dirección general de Caminos y Canales, Agustín de Larramendi, el nombramiento de inspectores para que realicen el reconocimiento preceptivo dado que la obras están a punto de su conclusión (9). Dicho reconocimiento provocó continuos planteamientos enfrentados entre los informes negativos sobre la traza y ejecución de las obras elaborados por los distintos ingenieros comisionados por la dirección general de Caminos y Canales y los contrainformes de Epifanio Esteban defendiendo su actuación como director facultativo y contratista de las obras. El resultado fue que cuando ya se había aprobado la nueva contrata de 1841, aún seguía suspendida la recepción de las obras concluidas por la empresa del Canal «a causa de los defectos de solidez y otras faltas de arte, que en ellas encontraron los Ingenieros comisionados por el Gobierno» (10).


No solo los ingenieros gubernamentales manifestaron sus desacuerdos con la actuación de Epifanio Esteban, también el director local de la empresa del Canal, José de la Cruz Muller, se mostró crítico con el quehacer de Esteban. Como muestra se señalan dos momentos en que se aprecia este distanciamiento entre ambos. En agosto de 1836, Esteban solicita que se pongan a su disposición una o más brigadas del presidio para completar las obras del ramal. Muller expresa a los propietarios de la misma su deseo de mantenerse al margen de cualquier decisión por la desconfianza que le inspira el Sr. Esteban, dado su encausamiento por el maltrato causado a los confinados en el traslado de la 4.a y 8.a brigadas desde el ramal del Sur al de Campos (11). El día 25 de diciembre de1836, Muller remite un oficio a los socios directores en que se indica que una vez que se han dado por concluidas las obras, echadas las aguas e inaugurada la navegación, cree su deber manifestar que «nunca se hizo este ramal en un estado que ofrezca confianza y seguridad. […] En el escrito del ingeniero Echanove con fecha de ayer se puede leer, con respecto al acueducto del Berrocal, “que la poca base que tiene el dique y lo abierto de las aletas dan muy poca seguridad al canal, amanecerá un próximo rompimiento y para evitarlo conceptúo necesario dos muros que sirvan de contrafuertes y otras obras imprescindibles…” Corroborada mi opinión con este informe, dejo a la consideración de Uds. el pesar las consecuencias que acarrearía un rompimiento en el Berrocal si desgraciadamente sucediese después de anunciar al público el estado navegable del ramal según acaba de hacerse» (12).


Entretanto, el asunto de la continuidad de las obras del Canal llega a las Cortes constituyentes de 1836-37 y el 16 de octubre del año 1836 el director general de Caminos y Canales, Agustín de Larramendi, entregó todos los documentos y una copia de la contrata que hizo la empresa con D. Epifanio Esteban en Madrid, en los cuales, después de decir que no se había hecho el primer reconocimiento por causa de la invasión de Gómez, y el segundo por la muerte del ingeniero Bustamante concluye: «la insaciable codicia unida a la más crasa ignorancia ha sido el espíritu dominante que ha presidido todos los trabajos de la empresa, la cual, y la insufrible osadía que distingue al ingeniero Esteban, son causa de tantos errores, y por lo que pide a la Junta Consultiva que al tal ingeniero se le separe enteramente de las obras sin la menor intervención en ellas; y él opina que a cincuenta leguas de distancia» (13).


Resulta curioso comprobar la presencia, en 1838, de Epifanio Esteban en la junta consultiva, presidida por Larramendi, del cuerpo de ingenieros en el que había ingresado Esteban, tras la terminación de las obras en el ramal Sur. Claro que duró poco esa pertenencia pues, como informa Fernando Sáenz Ridruejo «Epifanio Esteban, diputado por Toledo en 1839, había sido expulsado del cuerpo dos años antes, debido a las irregularidades cometidas cuando estaba al frente del Canal Imperial de Aragón» (14).

Según la base de datos de las Cortes, la permanencia de Esteban en las de 1839 fue breve: del 21 de septiembre al 18 de noviembre de ese año. Aparece registrado como propietario e ingeniero de Caminos.

Si son ajustados los datos que ofrece el celador del Canal de Castilla, Epifanio Esteban obtuvo un beneficio como contratista de las obras del Canal de 3 millones y medio de reales (15).

 

 

 

(1)    Diario de Cortes de 21 de septiembre de 1839, pág. 342

(2)    Manifiesto que hace el celador del Canal de Castilla, 1842. Biblioteca Nacional

(3)    Documento del Archivo de la CHD: CCHC0080/12

(4)    Documento del Archivo de la CHD: CCHC0089/22

(5)    Gaceta de Madrid n.º 151 de 11 de diciembre de 1832

 (6)    Cortes generales (1820):  Propuesta de ley que hace S.M. a las Cortes sobre caminos y canales del reino: mandada imprimir de orden de las Cortes: con los oficios del secretario de Estado y del despacho de la gobernación de la península; y juntamente la Memoria de la Comisión de Caminos y Canales. Pág. 23. Imprenta que fue de García, Madrid: [s.n.]. Acceso en línea.

(7)    Documento del Archivo de la CHD: CCHC0048/01.

(8)    BENITO ARRANZ, Juan (2001): El Canal de Castilla (memoria descriptiva). Valladolid. Editorial Maxtor Librería.

(9)    Documento del Archivo de la CHD: CCHC0084/33

(10)  AREITIO, Toribio de (1860): Noticias sobre la vida y servicios públicos de Don Pedro Miranda, Director general que fue de Caminos, Canales y Puertos, recogidas y ordenadas después de su fallecimiento. Madrid. Imprenta de D. José C. de la Peña, Atocha 149

(11) Documento del Archivo de la CHD: CCHC0085-19.

(12)  Documento del Archivo de la CHD: CCHC0085-19.

(13) Manifiesto que hace el celador del Canal de Castilla, 1842. Biblioteca Nacional

(14)  Sáenz Ridruejo, Fernando (2007): Ingeniería de caminos y canales, también de puertos y faros, en Técnica e ingeniería en España V El Ochocientos

(15)  Manifiesto que hace el celador del Canal de Castilla, 1842. Biblioteca Nacional.